Érase una vez una colonia de tortugas que se había asentado hacía una generación, cerca del centenario, en un pueblecito costero que respiraba a Mediterráneo.
La vida transcurría sin mayores precances en el hábitat de estos peculiares seres:
Iban todos los días a la playa a bañarse y nadar un rato, más tarde, y con dificultad, debido a su peso, se arrastraban por la arena para dejarse secar al sol, tomar el aire y, por qué no, broncearse.
Tenían lo justo, pero se conformaban con un par de pececillos cazados al día y toda el agua del mar.
Un buen día, todo cambió en la vida de esta colonia: había llegado al mundo una nueva criatura de su especie. Puesto que venían desde muy lejos y no les era tan fácil subsistir en aquellas tierras como antaño, habían tardado en traer al mundo a su primer vástago. No perdiendo la inquietud de que una criatura tan indefensa pudiese habituarse rápido al entorno por el que ellos habían estado batallando durante décadas.
le exacta,
Hace 12 años
4 dicen:
Venga hombre!! que llevo ya tiempo intrigada por la 2a parte!! ;-p
Pobre tortuguita indefensa ante la vida que le depara... Todos hemos sido tortuguitas (y aún nos quedan batallas...)
Oye! Que lo bueno se hace de esperar :-p.
Buena reflexión, mas no adelantes acontecimientos!!
... Te propongo que con este principio siguas tú también la historia, tuya propia
Sin problema, Impar (que así la llamaban) creció entre una multitud de tortugas milenarias quienes la querían y hacían todo lo posible por hacerla feliz. Sus padres estaban muy contentos por ver lo pronto que se había amoldado a esas tierras y la buena acogida que había tenido, pero lo que no sabían es que en realidad, Impar se sentía muy sola, pues no tenia con quien jugar, ni a quien enseñar sus escondijos.
Un buen día, de camino al río, Impar se encontró un huevo abandonado, lo cogió y se lo llevó a su escondite secreto. Le organizó una pequeña habitación y, con un poco de resina, le pinto ojos y boca. Todos los días lo visitaba y hablaba con el, le contaba todo lo que le preocupaba o lo que le hacia feliz, lo compartía todo con su nuevo amigo el huevo. Pero un día, al volver a su escondite…
... (este cuento espera continuación)
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